Un original deficiente

Tal vez era muy tarde, o demasiado temprano, como para salvarme

6.12.09

Levanté la vista y lo miré, como buscando en sus ojos un alivio… pero el no estaba aliviado, obviamente no estaba aliviado. Y eso era un problema, porque yo encontraba paz en sus ojos, ahora ¿Dónde la iba a encontrar? Al mismo tiempo sonó la campana, y se fue diciéndome que teníamos química y que no quería llegar tarde porque no entendía nada y se la iba a llevar.
¿Y a mí que me importa todo eso? Yo, por mi parte, me senté en una de las sillas de la cantina del colegio. No quería ir a clase, no quería estar ahí… pero también sabía que no podía escapar, que tarde o temprano tenía que tomar una decisión.
Pasó la preceptora y me dijo que suba, que ya estaba llegando tarde a clase. Subí las escaleras apoyándome en las barandas, no tenía energía, no quería llegar. La mochila me pesaba más que los recuerdos, los hombros se me caían y los escalones parecían tener más y más distancia entre ellos. Iba cruzando el pasillo, en el medio de todos los gritos. Me chocaba contra una pared, me chocaba contra la otra, y mis pies tambaleaban; los efectos de esos terribles amores. Las paredes se achicaban cada vez más, me sentía mas encerrada y me caí de rodillas. Cerré los ojos y sentí que no podía respirar… En un grito ahogado, lleno de desesperanzas, pedí ayuda. Nadie contestó. Nadie existía. Tal vez era muy tarde, o demasiado temprano, como para salvarme. Puse una mano en la pared de la derecha, y la otra en la de la izquierda, y generándome impulso con mis pies, pude pararme. Giraron todas las paredes, y giré yo. Di dos pasos para atrás, y cinco para adelante.
Entré al aula y todos me miraron, ya habían pasado quince minutos desde que empezó la clase y no era buena idea llegar tarde a la clase de química. No sé que fue peor, si el reto de la profesora (‘Típico López llegando tarde, típico. ¿Me hace el favor y se sienta?’ dijo) o ver que el único lugar vacío que quedaba era al lado de Federico. Fui y me senté, no había otra solución.

- No tenés nada, ¿No?
- No, me olvidé todo en casa
- Bueno, deja, compartamos el libro
- Gracias

No sabía si era mejor o peor. Nuestras cabezas se acercaban y se alejaban. La combinación de el sueño y la resaca que nunca termina no era buena… nunca fue buena, y ahora menos. Trataba de leer y las letras se mezclaban, hasta que leí algo que me sorprendió: tenía en toda la página escrito ‘F&C’. ¿Federico y Celeste? ¿La ex?
Le apunté con el lápiz dónde mas se notaba que había escrito eso, y me escribió en el libro: ‘Mi ex. Traté de borrarlo pero no se borra… supongo que como ella, todavía no lo puedo borrar’.
Pobre, ¿No? Debe ser devastador salir de una relación tan larga. Y al mismo tiempo me pensé que una pelotuda: Yo andaba llorando por los rincones como una pelotuda, esquivando las cosas, después de una (si se puede llamar) relación de una semana, y él, después de un año de noviazgo, se levanta y sigue con su vida… sufriendo, obviamente, pero sigue. ¿Qué clase de problema tengo? Tenía que seguir, tenía que ser un ejemplo.
¿Por qué no me puedo permitir ser feliz? ¿Qué necesidad tengo de estar mal? No me lo merezco, nunca me lo merecí… y si el no lo entendió, mala suerte. No quisiera estar, el día de mañana, con alguien que no valoró mi felicidad, que no me cuidó.
El que siempre me cuidó fue Fede, y nunca lo pude valorar como se merecía. Entusiasmada, le escribí debajo de lo que me puso él anteriormente: ‘¿Querés ir a tomar algo hoy a la tarde?’. Me miró fijo, y asintió con la cabeza. Agregué que era después del colegio, y que quería hablar de algo importante con él.
No dijo nada, no contestó. Estaba muy concentrado en la clase de química… entonces decidí concentrarme yo también. Entendí que Fede, Lautaro y yo formamos un pequeño átomo. Pasé del cuento fantástico a la química: Lautaro pasó de ser el Ogro, a ser un electrón, cargado de negatividad. Fede pasó de ser el Príncipe Azul a ser un protón, lleno de carga positiva. ¿Y yo que aportaba al átomo? Nada, no hacía nada. Era un neutrón, no tenía ninguna carga en especial.
Tocó la campana, pero esta vez avecinaba algo bueno. Agarré todos los apuntes, los ordene, y los junté con un clip que saqué del pelo, a falta de folio y/o carpeta. Los metí como pude en la mochila, y fui caminando hasta la puerta, donde me encontré devuelta con Fede.

- Quería aclararte que lo de Celeste… ehm, ella ya pasó. O sea, no pasó, pero si pasó, no sé si me explico bien. Tal vez no se entienda, pero en mi cabeza tiene sentido. Siempre la voy a querer, siempre va a ser importante para mí… nunca voy a borrar, porque no la quiero borrar
- No me tenías que dar una explicación
- Bueno… esta bien. Igual, te quería decir, digo… si no te jode: ¿Me acompañás a 3ero B? Tengo que ir a buscar algo. Te prometo que va a ser un segundo
- Esta bien, pero que sea un segundo – Vale aclarar que la pendeja idiota y Lautaro van a 3ero B, mientras que Fede y yo vamos a 3ero A

Llegamos y lo esperé en la puerta. No pude con mi genio, y miré para adentro: Lautaro estaba ahí, pero estaba solo. Tenía unas ganas de ir a saludarlo, de ir a hablarle y quedarme con el, pero me tenía que contener… para siempre me voy a tener que contener. Lo raro es que nunca levantó la vista, estaba copiando algo del pizarrón, algo de historia.
Pero derepente, levantó la cabeza… pero era muy tarde. Fede había utilizado su segundo, y salió por la puerta en cuanto el se dio cuenta que yo estaba ‘ahí’. Cliché, lo sé… me hace acordar a esa noche, la cual quería olvidar. Agarré del brazo a Fede, y seguimos caminando.

- ¿Qué tenías que agarrar?
- Unas hojas de historia

Hubo un silencio, pero no incómodo, un silencio necesario. Esos silencios de fin de un día de clase, esos silencios que representan cansancio. El pasillo era muy chico y había mucha fila para salir, entonces tuvimos que parar. El se quedó como una estatua, y yo me apoyé en su hombro y cerré los ojos, deseando salir del colegio. Pero no… lo bueno dura poco.
La fila no avanzaba, y yo decidí darme vuelta para ver si podíamos salir por el otro lado. Además de ver que, efectivamente, no había otra salida, vi a Lautaro acercándose a nosotros, con la pendeja al lado.
No sabía que hacer, estaba desesperada… lo quisiera o no, el me seguia afectando, y de la peor manera. Me ardían las venas, sentía la sangre correr, la sentía gota por gota. Vi como Fede se apoyó contra la pared y me agarró de la cintura porque me estaba llendo para adelante, como tratando de escapar… y no habia salida.
Cuando me tubo cerca, me soltó. Le agarré las manos y le susurré al oido que no me soltara. ¿Qué otra estrategia, mas que los celos, podía utilizar?
Yo sabía con que cartas jugaba, y obviamente, Fede me acercó más a él. Suponía que él nos estaba mirando, ardiendo como yo por dentro.
- ¿Qué haces Mora?
- ¿No te gusta? Si no te gusta, soltame
- Obviamente que me gusta, pero… No sé

Y entonces, lo ví atrás nuestro. El estaba detrás mio, con ella. ¡Estaban agarrados de las manos! Ah no… ah no. ¡Esto no lo podía dejar pasar! Fede hablaba sobre sus sentimientos, y como siempre no lo escuché. Todo parecía nublarse, y lo único que veía era como sus dedos hacían dibujitos en las manos de ella… era hora de actuar.

- Besame
- ¿¡Eh!?
- Que me beses, quiero que me beses

Se tomaba mucho tiempo, el tenía que pensarlo… hacerlo perfecto. Era nuestro ‘segundo’ primer beso. Y sí, tenía que ser algo lindo… no algo de prepo. Pero no había tiempo para dudar, era ahora o nunca.
Agarré su cara con mis manos, y apretándolo bien fuerte llevé su cara a mi cara. Mi espalda se curvó y la de él también… pero sus manos estuvieron ahí para que no me cayera.

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